La historia judicial de Mendoza una mañana de octubre asombró a todos los que esperaban el resultado amplificado por la infamia y la acritud. La sentencia del 18 de octubre del 2023 tiene vida propia y vuela por el mundo porque la hemos dado a conocer en todos los rincones por el valor de la misma y lo seguiremos haciendo.
La mañana del 18 de octubre de 2023 daría comienzo a un día infinito e inolvidable. Esa jornada no tuvo noche, sólo ansiedad, imágenes y silencio, mucho silencio.
Luego de seis años de proceso judicial, éste llegaba a su máximo momento; se daba a conocer la sentencia del Tribunal Penal Colegiado Nº 2 que llevaría el N° 3.031, y sería el encabezado de ese extenso papel del que luego de notificados tuviéramos acceso.
En esos años nueve mujeres, las exdirectoras Gladys Pinacca, Valeska Quintana, Cristina Leguiza, Laura Gaetán, la exrepresentante legal Graciela Pascual, la psicóloga Cecilia Raffo y las religiosas Asunción Martínez y Kumiko Kosaka, todas ellas vinculadas al Instituto para personas sordas e hipoacúsicas “Antonio Próvolo” de Luján de Cuyo, fueron sometidas a un proceso judicial que se hizo público lleno de escarnio, insulto, exilio, difamación mediática, acusadas de infinidad de delitos de índole sexual sobre alumnos, por una instrucción lamentable de la mano de la Unidad Fiscal de Delitos contra la Integridad Sexual. A ellos se sumaron querellantes que durante años hicieron uso de la prensa y redes para “informar” sobre la causa sin dejar detalle alguno al margen, denostando a las acusadas, muchas de ellas asimiladas a verdaderos monstruos, como se pudo apreciar con la exhibición de la monja japonesa Kumiko Kosaka, cuya imagen del arribo a Mendoza, recorrió el mundo entero con hábito y esposas a pesar que se había presentado voluntariamente en Buenos Aires.
La Procuración General nada hizo por la difusión de imágenes de las inocentes acusadas y durante el proceso se filtró todo a la prensa, a modo de ejemplo, podemos citar las pericias psicológicas de las acusadas cuya divulgación y/o publicación está absolutamente vedada por ley.
No sólo ellas fueron estigmatizadas sino también los abogados que asumimos la defensa y también jueces que no decidían como las querellas querían en algunos tramos del proceso. La prensa compró rápida e ingenuamente los buzones que se les ofrecían por el caso conocido como “Próvolo II” porque el espectáculo estaba garantizado con narraciones de horror sobre personas discapacitadas ex alumnos como presuntas víctimas de abusos sexuales de los que supuestamente estas mujeres habrían conocido o habrían participado.
Como abogados pusimos en discusión los relatos, la labor de los intérpretes y a los profesionales intervinientes del Cuerpo Médico Forense, todos contaminados y carentes de capacidad profesional necesaria. Claro está que las denuncias penales realizadas contra ellos duermen en manos de la misma Procuración que no garantizó o no se interesó por un juicio justo.
Tanto Graciela Pascual como Kumiko Kosaka pasaron años de prisión injusta sobre la base de relatos contaminados e increíbles que fueron escuchados durante prácticamente esos seis largos años de proceso y en el juicio con pandemia incluida.
La mañana del 18 de octubre de 2023 tuvo la paz de esperar por fin una respuesta ante tanta pregunta. Sin embargo hubo antes de la sentencia un momento conmovedor, único, que fue escuchar por primera y última vez de manera pública las palabras que todo acusado tiene para decir antes de la sentencia que lo absolverá o condenará. Cada una de las nueve fue diciendo a su manera y con sus tiempos y emociones lo que significó este proceso contaminado, manipulado y mentiroso. La prensa estaba presente, los denunciantes que quisieron ir, como también jueces de otros tribunales. Cada palabra se pronunciaba en un silencio único y con mucha atención y así estas mujeres de manera espontánea dijeron aquello que por años debieron soportar.
Al mediodía, las juezas Gabriela Urciuolo, Belén Salido y Belén Renna dieron sus argumentos en decenas de páginas y páginas (376) donde describieron la inocencia de las nueve mujeres acusadas, caso por caso, persona por persona, detalle por detalle y luego de leída la parte dispositiva, el trío de juezas se fue como llegó: en silencio en busca de abrazos y contenciones, el deber estaba hecho, mientras a los acusadores sólo les quedaba la queja del mal perdedor a la salida de la audiencia enfrentando los micrófonos de una prensa aturdida.